Érase una vez en Almería

La Capital del Cine Mundial

Hace 50 años que la película de David Lean, Lawrence de Arabia se estrenó. Lean tenía la intención de filmar toda la película en Jordania, en la misma tierra donde Lawrence había llevado a cabo su campaña. Pero las dificultades por aquel entonces de trabajar 200 millas en el interior del desierto durante meses retrasaban la filmación y superaba con mucho su presupuesto. A todo ello se añadía también un daño psicológico porque el productor Sam Spiegel temía que Lean estuviera realmente obsesionado con el desierto. Por tanto, Spiegel ordenó que la producción al completo se trasladara a España. Lean estaba furioso. Escribió a Spiegel desde el desierto: “no puedes tocar estos escenarios porque todos ellos son los entornos reales… No puedes cambiar Aqaba por Aqaba.”

Por tanto, Lean fue forzado a recrear Aqaba en una playa desierta de Almería, a lo largo de la costa sudeste de España. En Mayo de 1962, la playa estaba desbordante de actividad ya que cientos de trabajadores locales estaban construyendo una réplica del puerto de Aqaba en el Mar Rojo alrededor de 1917. Les llevó tres meses construir más de 300 edificios falsos. Plantaron palmeras, colocaron cuatro cañones reales en las colinas y trajeron 450 caballos y 150 camellos de Marruecos.

Lawrence de Arabia fue una de las producciones internacionales a gran escala hecha en Almería. Cientos de películas le siguieron la huella entre 1960 y 1970. Se elaboraron grandes producciones protagonizadas por grandes estrellas incluidas Cleopatra con Elisabeth Taylor, Patton con George C. Scott, El viento y el león con Sean Connery, Cómo gané la guerra con John Lennon y muchas otras, todas ellas filmadas en no más de 30 kilómetros de distancia. Y, por supuesto, hubo docenas de westerns, incluidos todas las películas de Sergio Leone con Clint Eastwood.

Pero, ¿Por qué Almería? La mano de obra era barata en aquel momento, los directores no podían contar con 360 días de sol al año, unos paisajes desérticos increíbles que podrían pasar por ser el Oeste Americano, Arabia o la superficie de la luna.

Al mismo tiempo, España estaba sufriendo cambios dramáticos. El gobierno fascista de Franco se había aislado cultural y políticamente desde el final de la Segunda Guerra Mundial y su economía estaba en caída libre. Por tanto, liderado por una cohorte de influyentes tecnócratas, el gobierno se embarcó en una nueva estrategia, eliminando barreras económicas y abriendo las fronteras para comerciar e invertir. Una parte fundamental de este esfuerzo fue la promoción del turismo masivo. Además de traer dinero a la nación, Franco creía que el turismo rehabilitaría la imagen internacional de España en el resto del mundo.

El régimen de Franco estaba particularmente interesado en ganarse unas buenas relaciones con Estados Unidos. Desarrollaron cooperaciones con compañías norteamericanas y con medios de comunicación como American Express, TWA, Hilton, y – finalmente – con famosos directores de Hollywood. El Ministro español de Información y Turismo viajó a Estados Unidos para reunirse con los estudios de Hollywood y animarles a trabajar en España. El gobierno español estableció un sistema de co-producción para proporcionar incentivos financieros y atraer, así, a los directores extranjeros. Creían que la imagen de España se beneficiaría de la asociación con el glamour de Hollywood y la diseminación de esas imágenes legendarias en los cines de todo el mundo.

La estrategia fue un éxito rotundo. Durante los años 60, referidos frecuentemente como la España del Milagro, España experimentó grandes índices de crecimiento, mayores que cualquier otro país occidental del momento. Los líderes españoles alardeaban alrededor de 1970, que España era el destino turístico número uno en Europa.

Y Hollywood vino a España. De hecho, el productor independiente americano Samuel Bronston trasladó sus operaciones por completo a Madrid, produciendo una serie de películas épicas entre los paisajes españoles como Rey de Reyes y El Cid.

No obstante, Almería se convirtió en el centro de toda esta actividad. En un momento dado, en 1968, el Hollywood Reporter escribió que Almería se proclamaba a sí misma como la “Capital del Cine Mundial”, comentando que “este complejo en la Costa del Sol estaba repleto con ocho películas filmándose simultáneamente – una más de las que se están filmando actualmente en Hollywood.” A la semana siguiente llegaba Michael Caine para comenzar otra película más, haciendo la novena. Y durante este periodo, el mismo Franco viajó hasta Almería para inaugurar un nuevo aeropuerto construido para satisfacer las demandas de los directores extranjeros.

Pero no duró mucho. Franco murió en 1975. España hizo la transición hacia la democracia y e ingresó en la Unión Europea. Filmar allí ya no era ninguna ganga. Al mismo tiempo, una crisis financiera propagada en Hollywood redujo el número de grandes producciones realizadas en ubicaciones exóticas. Pero algunos de los montajes y escenarios originales permanecen en el desierto y a lo largo de la costa de Almería como reliquias de una era glamurosa.

Fotografía de un Legado de Rodajes Cinematográficos

Mi interés en estos viejos escenarios de películas en Almería es por un lado personal y por otro conceptual. Tengo una relación personal con la región. La familia de mi madre es de Almería. He estado viajando allí desde que tengo uso de razón. Visité los montajes del viejo oeste cuando era niño y he visto el paisaje cambiar radicalmente durante los años según la región se ha ido desarrollando.

Profesionalmente, me he formado y trabajo como epidemiólogo, que, en ocasiones ha servido como fuente de información para mi trabajo artístico. Los epidemiólogos estudian los patrones de la salud y las enfermedades en las poblaciones humanas. Lo que significa que, en lugar de centrarse en el individuo, estudian grupos de personas y el entorno que les rodea. Al final, los epidemiólogos investigan para entender las causas – sociales, económicas y ambientales, así como las biológicas – que se encuentran detrás de los patrones que observamos en la salud y en las enfermedades.

En mi fotografía, a menudo me centro en la arquitectura, particularmente arquitectura abandonada, y su relación con el paisaje que la rodea. Por otro lado, también estoy interesado en lo que las reliquias arquitectónicas pueden contarnos y las fuerzas invisibles sociales y económicas que conllevaron el crecimiento o el abandono de las comunidades humanas.

El paisaje de Almería es duro y despiadado. Es un desierto, más como el norte de África que Europa, pero la región, por supuesto, tiene vida. Almería ha servido durante muchos siglos como pasarela entre África y Europa y ha sido testigo del ir y venir de innumerables civilizaciones. Sirvió como uno de los puertos más importantes del mundo cuando los Moros controlaron España. El paisaje está repleto de ruinas que describen toda la historia, desde asentamientos prehistóricos, ruinas romanas, castillos moriscos y una industria minera del siglo XIX.

Estoy fascinado por los restos de estos viejos montajes cinematográficos como otro tipo de reliquia o “ciudad fantasma”. Por supuesto, estos edificios nunca fueron habitados realmente – nunca fueron comunidades vivientes. Eran una ficción, construida exclusivamente para las películas, aunque hay múltiples maneras de observar esta ficción.

Primero, los montajes de las películas no pretendían ser representaciones exactas del Oeste Americano. En su lugar, fueron construidos para satisfacer la visión de los directores de cine (italianos) tenían de lo que supuestamente era el Lejano Oeste. El spaghetti western ha sido descrito como un “mito de un mito.” (http://www.popmatters.com/pm/column/157817-sergio-leone-something-to-do-with-death). Sin embargo, este mito de un mito ha llegado a dar forma a nuestras propias ideas sobre el Oeste.

Segundo, las películas también crearon una ficción sobre España. Traer la industria del cine a España en este periodo fue parte de los esfuerzos de Franco por cambiar la imagen del país proyectada en el exterior, promoviendo el turismo y mostrando la nación como un lugar de paisajes maravillosos, gran historia y tradiciones coloristas, así como un país moderno que podía competir con el resto de Europa. Pero la versión de España que los turistas veían en las películas o en las playas era una ficción, exenta de la dura realidad.

Extrañamente, fue esta nueva imagen de España a la que los historiadores dan crédito como el comienzo del final del régimen de Franco. Éste deseaba, por un lado, atraer a los visitantes extranjeros y sus divisas, pero por el otro, seguir promocionando una versión romántica de España y de la cultura española que homenajeaba la vida rural – las casas blancas en la montaña, granjas, costumbres tradicionales, etc. Pero en 1962, el mismo año que se filmaba Lawrence de Arabia en Almería, se tomó la decisión de permitir por primera vez los bikinis en las playas de Benidorm, el área hotelera más grande del momento que vivía mayoritariamente de los turistas extranjeros. Este estándar doble se convirtió en una fuente de tensión cada vez mayor que solo se resolvió con el fin del régimen.

Tercero, desde el punto de vista personal, crecí escuchando las historias de la vida rural de mi abuela en España. Nunca logró adaptarse a Estados Unidos y su inglés era muy limitado. Aun así nos contaba historias de su niñez en los desiertos de Almería, que sonaba distante y como de otro mundo para mí. Además, la Almería que ella conocía casi ha desaparecido. Los viejos escenarios cinematográficos son reliquias de otros tiempos cuando Almería era un lugar muy diferente. Así que, cuando veo las ruinas, algunas de las cuales nunca se construyeron como estructuras permanentes, derrumbadas y abandonadas, percibo una conexión con aquel tiempo perdido. Parte de mis aspiraciones por llevar a cabo este proyecto es intentar conectar este lugar con los orígenes de mi propia familia. Pero estas ruinas además sirven como recordatorio de la temporalidad de nuestros lazos a la tierra y como una evidencia de los cambios económicos y sociales que dirigen la migración humana, incluida la de mi propia familia.


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